lunes, diciembre 05, 2005
Santa Fe,ómnibus línea 15, golpeo con la realidad

Son las diez de la noche del lunes 5 de diciembre. Hace una hora tomamos con Antonia el 15 en Regis Martínez y Aristóbulo del Valle. Mientras subíamos, bajaba un agente femenino de la Policía de Santa Fe. Veníamos de disfrutar una picada en el club Escalante, después del ensayo de Antonia para el baile del Centro Andaluz. Apenas nos sentamos sentí un fuerte olor a pegamento y maldecí internamente al que hace esas cochinadas en el ómnibus y deja los restos para que tengamos que respirar los demás. Decidí que probáramos algunas filas más atrás por si se sentía menos.
Nos sentamos dos filas más atrás que los chicos: uno tendría no más de 9 años y el otro, como Antonia, 6. Los dos respiraban de a turnos sobre la bolsita con materia verdosa. Dos filas más atrás estábamos ya fuera del alcance de su conciencia espacial. Terminé de sentarme y ya no sentía el alma, había envejecido 20 años más y me había dado cuenta qué tonta ilusión era pensar que se podía hacer algo por la seguridad de la Nación mejorando las posibilidades de medir la repercusión de iniciativas de prevensión en el mediano plazo. Todo mentira.
Unas cuadras más adelante me di cuenta que podía ser incluso peligroso estar oliendo eso desde menos de dos metros y abrí la ventanilla. El aire que entró hizo evidente que el olor nos estaba invadiendo y decidí que bajáramos.
Yo, que no soy bueno, caminé dos cuadras llorando y después le expliqué a Antonia por qué estaba triste. Me siento responsable y copartícipe de lo que le pueda suceder a cada uno de mis vecinos santafesinos. Y no tengo ninguna respuesta.